maestros extraños: Maestra Vida (I)

16 agosto, 2010

LOS AMIGOS.CONTINUACIÓN:Quizás no halla en la literatura una apología a la amistad más profunda que la visión que nos regala Sándor Máray en su libro: “El último encuentro”. Máray logra paralizarnos, desalojar de nosotros los grados tan superfluos en los que hemos dejado nuestras amistades. Puede el orgullo ser un obstáculo insalvable que echa al abismo la posibilidad de encontrar una amistad. En este libro también el tiempo juega el papel principal, parece que una amistad sin tiempo no es posible. Todo el límite posible al desmoronamiento de la amistad se pone en juego en este libro, todos los riesgos, narrado magistralmente, Sándor Máray nos regala una visión humana, despiritualizada, deslastrada de la maniquea impostura del bien y del mal cristianizados.

Lo cierto es que los amigos tienen todas las potencialidades para ser los mejores maestros de nuestras vidas; pero este ordenamiento de las emociones, esta serialización de nuestras conductas nos alejan de las experiencias de la escucha sentida, principal condición para que surja la amistad entre dos seres. Es preciso entender que la amistad no puede calar en lo que cotidianamente llamamos “nuestras cosas, nuestras propiedades”. La amistad es un bien mutante, que circula, que puede perderse, desgastarse, que puede acumularse incluso, pero que no es privado de ningún modo, la amistad no pertenece a un individuo ni a una colectividad, no se conjuga con inocencias ni perversidades de manera exclusiva, la amistad es sobre todo la intervención oportuna de la palabra, la llegada de sus ondas a un lago de alma, o a un charco de espíritu. Hay cantos nostalgicos a los amigos que no hemos vuelto a ver, recuerdo a Henrry Millar con El libro de mis amigos, a Rafael Alberti con La hojarasca perdida y a Joaquín Marta Sosa su poemario Territorios privados, entre otros. 

MAESTRA VIDA: ya es un lugar común decir que la vida es una maestra, yo también me hago eco de esta verdad que circula de boca en boca haciéndonos esculpir un destino lleno de sus enseñanzas. Pero las enseñanzas de la vida ocurren después de los hechos, ella tiene la particularidad de ser una maestra exclusiva que habla y nos muestra el sentido de sus palabras después que han sucedido los acontecimientos; una maestra que enmudece y goza con la desesperación del aprendiz que intuye algo dicho por su maestra en algún momento del pasado, pero que no puede descifrar sus acertijos en el momento que más lo necesita. Rubén Blades nos dice en una canción que lleva el mismo título, que la “maestra vida nos da y nos quita nos quita y nos da”;  si es cierto que nos da, pienso que su obsequio más valioso es la ilusión. La vida nos enseña según una secuencia personalizada de ilusiones que nos hacen creer que estamos vivos y que la vida vale la pena vivirla; es decir, la vida se fortalece a sí misma, se vende a sí misma, asegura su triunfo, su permanencia, no hay manera de que ella salga mal librada de nuestros sentimientos y de nuestra racionalidad. Apurarse en vivir porque la vida es una sola, la vida, en abstracto, no es culpable de tus errores, tienes toda una vida para enmendarlos…, y así se nos va el tiempo, que por cierto, no hay forma de saber cuánto tiempo tendrá cada vida, no hay manera de saber si en verdad ella nos va da la oportunidad de enmendar lo mal vivido, todo ello descansa en su gran capacidad para enseñarnos a ser ilusorios, seres llenos de verdades intangibles, abiertas, casi imposibles de ser transmitidas a otras personas porque cada vida es única y posee sus propias maneras de adaptarse a sus ilusiones.

Ahora bien, la maestra vida, la gran maga, ejecuta sus ilusiones de manera trágica, nosotros podemos distraerla, podemos disfrutar sus recovecos y sus parajes, pero ella siempre será trágica, no hay manera de que no lo sea, más aún, la distracción el poder más grande que ella posee, pues, una vida que no está atenta de sí misma, es una vida mal gastada, ella nos induce en esa dispersión el sentimiento de lo inmortal, sólo lo inmortal puede darse lujo de posponer sus decisiones, de dejar todo para después. De vivir arrepentido por no haber hecho lo que debió en el tiempo justo. Así, la vida, la verdadera creadora de los dioses, nos inventa cada día, nos hace sus eternos discípulos que mueren y nacen en su incesante rueda. Dice Omar Jayyám en los Rubayatas:” Soñando, cuando la mano izquierda de la Aurora tocaba en las nubes, oí una voz gritar dentro de la taberna: Despertad, pequeñuelos míos y llenad la copa, antes que el licor de la vida se seque en su vaso”.

La vida del maestro debería ser el primer libro de donde él extraiga sus enseñanzas, enseñanzas que a su vez el docente ha extraído de los malestares de ser, de los obstáculos en el fluir de sus días, de las frustraciones y las penas, de la soledad de existir, de los avatares, arroyos, fuentes y desbordes de la existencia. Creo que fue Turman Capote que en alguna parte de su obra dijo algo así como que nadie sale vivo de la vida, queriendo con ello dar una lección de lección, una cachetada para que despertemos y veamos nuestros días como espacios de latidos que alquilamos sin saber el instante de sus términos. Cuando se tiene la conciencia de lo efímero, lo efímero se hace perdurable, cuando se tiene la conciencia de la erosión uno lucha por mantener sus formas, por rehacerlas, por recobrar el polvillo caído, por llenarse.

Para la filosofía china de la vida el transcurso de la existencia es una relación dialéctica y constante entre el vacío y la plenitud, entre lo llenado y lo que se vierte. En el Libro de las mutaciones, escrito al menos mil quinientos años antes de nuestra era, toda la vida, todas las situaciones de la vida están contenidas en sesenta y cuatro signos o hexagramas, una rigidez matemática sirve de marco a la permanencia de los cambios, cambios, mutaciones del ser en una incesante danza entre todos los elementos del cosmos: lo cotidiano, lo moral, lo ético, las relaciones familiares, la influencia de la naturaleza en la verdadera lectura de nuestras vidas. Nos enseña cuál es la actitud correcta que debemos asumir cuando los signos de nuestras realidades van cambiando. Todo un misterio encerrado en la más absoluta de las libertades, el libro no se afana en realizar énfasis en un aspecto más que otro, todas sus páginas anónimamente escritas fluyen armónicamente permitiendo que nuestros ojos se abran y nuestra conciencia aumente su estado de exaltación permanente, su sigilo de gato en acecho del movimiento. Sería interesante que alguien emprendiera un estudio comparativo entre el I Ching y la Biblia, ambos libros provienen del oriente del mundo, un lado del cerebro del planeta que se ha encargado más de los asuntos del alma, de la moderación, de la humildad de ser que de las guerras, la fabricación de armas y mercancías para camuflar la importancia de estar vivo por un tedio de dimensiones extraordinarias. En una de las versiones más fieles del Libro de la mutaciones, el escritor argentino Jorge Luís Borges escribe en sus primeras páginas un poema dedicado al misterio de este hermoso libro, transcribo: “El porvenir es tan irrevocable/como el rígido ayer/no hay una cosa que no sea una letra silenciosa/de la eterna escritura indescifrable/cuyo libro es el tiempo/quien se aleja de su casa ya ha vuelto/nuestra vida es la senda futura y recorrida/el rigor ha tejido la madeja/no te arredres/la ergástula(cárcel) es oscura/la firme trama es de incesante hierro/pero en algún recodo de tu encierro/puede haber una luz/una hendidura/el camino es fatal como la flecha/pero en las grietas está Dios/que acecha”.

Deja un comentario