ALGUNAS CONSIDERACIONES IRRESPETUOSAS AL HECHO EDUCATIVO II

6 febrero, 2011

 

Decíamos que la visión castradora de la ciencia desaparece las ánimas de nuestras habitaciones, niega la incertidumbre en un cofre cerrado, homogeniza las edades, las planifica en ropas, hábitos, modos de ser, pensar, ritos que han de llevar a cabo para que comience el ciclo otra vez del dominio tecno-científico, del pensamiento único, del fingimiento de ser. El sistema educativo sirve de instrumento potenciador  a la clasificación del ser humano en pleno desenvolvimiento de su vida cotidiana. Es decir, los animales y las plantas han tenido mejor suerte que nosotros los animales humanos, porque la clasificación que de ellos han hecho las ciencias naturales las han realizado en condiciones de laboratorio, los experimentos suponen en cierta forma unas condiciones no cotidianas de existir; pero a nosotros no, el aparato escolar y el sistema educativo informal, nos clasifican en plena vida cotidiana, nos hacen un seguimiento de nuestra “evolución” como seres culturales, y para cada momento evolutivo tienen una etiqueta que nos las guindan en los ojos, nos circula por la sangre. Y  precisamente la vida diaria con su lenguaje lúdico termina haciendo de esa clasificación otra clasificación que se le superpone y donde el anecdotario y la burla fungen de armas quizás inconscientes que se le enfrentan al dominio y logran atenuarlo.

El habla está llena de expresiones de dominios y son los índices que nos llevan hasta la tabla clasificatoria del zoológico humano, por supuesto que el dominio se expresa a su vez en las cargas de valoraciones que le otorgamos a los seres tipificados.

En cada una de las generaciones la tipificación es vasta, podría decirse que imposible de ser recogida cómodamente dentro de llaves y corchetes, pero todas las clasificaciones apuntan a enjuiciar al no consumista. La peor de las ofensas, la degradación casi total del alma la sufre aquel ser que de una manera u otra es el que menos puede ser considerado como consumidor. El sistema educativo no busca otra cosa, “prepárate para que seas alguien en la vida” , tanto de padres como de maestros(que al fin y al cabo pertenecen a una misma categoría de ser: los que olvidan el alma) tiene como trasfondo el lograr conseguir una posición social privilegiada que pueda tener dentro del hogar todas los avances de la tecnología electrodoméstica sin que importe para nada que esa tecnología también supone la destrucción de la base de su clasificación, es decir, la muerte de todas las especies. El niño o niña que no se adelanta imaginariamente a edades del devenir, inmediatamente es un flojo, un bueno para nada, un inmaduro, todos sinónimos de fracasado. El fracasado es la persona que no quiso ser profesional, que no quiso seguir las pautas, que no se introdujo en el curso de transformaciones que fleta por doquier el pensamiento único; pero todos entramos en la clasificación, bien de manera positiva, bien de manera negativa, bien por inclusión o por exclusión automática. Y también se van creando sus rituales, los grandes maestros son las industrias del entretenimiento mejor conocidas como industrias de idiotización, las industrias del cigarro o centros productores de cáncer con estilo, y las cervecerías. Por cierto que en Venezuela hay que apuntar un gran dominio de las cervecerías para aquellos niños que al pasar a la juventud procuran usar los signos de la adultez, aunado con las carreras de caballo. Lo antes dicho es para un tipo de persona, que así son introducidos de nuevo al cause del consumo perdiendo gran parte de su conciencia histórica. Hay otras personas que evaden esta ritualidad y encuentran otras.

Cualquier realidad es más vasta que nuestros deseos, las planificaciones se basan en un querer torcer las realidades que conviven dentro de un salón de clase y darles una direccionalidad, en el fondo, es la misma pretensión de la modernidad cuando quiere hacer de la historia un compendio de leyes predecibles y de la sociedad una organización planificada en torno a esas leyes.

Lo antes dicho no significa que dejemos el hecho educativo a la deriva de lo que acontezca diariamente, sin saber qué se quiere ni hacia dónde se marcha. Hay una ley económica que nos ayudaría a delimitar nuestras acciones pedagógicas, mientras menos sean las metas, mientras menos sean los objetivos que buscamos, mayor probabilidades hay de conseguirlos.

El enredijo de planes y términos que se utilizan para formar, forman parte sin duda alguna del extravío en el que hemos caído, la educación se ha convertido en un sistema burocrático que mide su calidad en la medida en que más se llenen formatos y se escriban los pormenores de la repetición de otras repeticiones.

No se planifica desde las individualidades, sino desde los grupos, se transforman en datos estadísticos, cuántos lograron A, quiénes sacaron E, cuántos objetivos se planificaron y cuántos se lograron, y enseguida el acumulamiento de mentiras y falsos datos llenando gavetas de directivos, supervisores, zonas educativas y ministerios, y todo vuelve a repetirse. Quedan niños y niñas descuidados, salones enteros sin degustar buenos libros, salones enteros sin saber que la escritura y la lectura son escalones para subir hacia las almas de cada uno de nosotros, vehículos para aprender a pensar y comprender desde los propios esfuerzos.

Es paradójico, pero si el libro no es degustado, si los autores no son exprimidos para dirigir la forja de almas que se han encontrado a sí mismas, que saborean los misterios de la vida, el libro no tienen nada qué hacer en la escuela, se convertiría más bien en un estorbo, en un objeto que emana fastidio y rechazo.

El sistema educativo podría ser un organismo que produce autores y por supuesto lectores, esto elevaría el nivel de autodominio de un país, de un pueblo, porque en cada una de las ramas de la sociedad y la cultura habrían seres pensando, creando, produciendo, enseñando.

Pero esto aún es una utopía, la enseñanza pedagógica está cruzada por las contradicciones. Los docentes enseñamos lo que no somos, no se nos ocurre pensar que nosotros somos el primer libro, y que por lo tanto debemos escribirnos con transparencia, así sean nuestros borrones, así sean nuestras miserias, nuestros sufrimientos, nuestras experiencias. Lo que el niño y la niña necesitan son verdades, que se les hable desde la vida, y no sólo desde páginas frías, desde conocimientos con palabras que nadie se digna en preguntar si las entienden, desde las imposiciones.  Es por ello que se requiere fomentar un clima cálido, de comprensión de los mundos de vida de cada uno de los allí se reúnen, para lograr eso las conversaciones son de primera importancia, conversaciones que llevan a las confesiones.

El sistema educativo sería en parte el gran culpable de la soledad que hoy miramos en muchos seres, nunca fueron preparados para soportar algo tan cotidiano como la soledad, como la muerte, como el desencanto.

Busquemos  al ser humano y démosle un abrazo. Rompamos la mediocridad

 

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