EL AMANECER DE LOS ARMARIOS

13 febrero, 2011

*

los juegos se buscan

en el cuarto

*

qué reproche puede

hacer el tiempo

*

regresan las letras

a las tijeras

*

las canciones al garabato

de la voz

*

quién podrá creer estas

miradas sin adioses

*

bastará que le mostremos

el amanecer de los armarios

*

el color de la vida que han

cobrado las franelas

 

Decíamos que la visión castradora de la ciencia desaparece las ánimas de nuestras habitaciones, niega la incertidumbre en un cofre cerrado, homogeniza las edades, las planifica en ropas, hábitos, modos de ser, pensar, ritos que han de llevar a cabo para que comience el ciclo otra vez del dominio tecno-científico, del pensamiento único, del fingimiento de ser. El sistema educativo sirve de instrumento potenciador  a la clasificación del ser humano en pleno desenvolvimiento de su vida cotidiana. Es decir, los animales y las plantas han tenido mejor suerte que nosotros los animales humanos, porque la clasificación que de ellos han hecho las ciencias naturales las han realizado en condiciones de laboratorio, los experimentos suponen en cierta forma unas condiciones no cotidianas de existir; pero a nosotros no, el aparato escolar y el sistema educativo informal, nos clasifican en plena vida cotidiana, nos hacen un seguimiento de nuestra “evolución” como seres culturales, y para cada momento evolutivo tienen una etiqueta que nos las guindan en los ojos, nos circula por la sangre. Y  precisamente la vida diaria con su lenguaje lúdico termina haciendo de esa clasificación otra clasificación que se le superpone y donde el anecdotario y la burla fungen de armas quizás inconscientes que se le enfrentan al dominio y logran atenuarlo.

El habla está llena de expresiones de dominios y son los índices que nos llevan hasta la tabla clasificatoria del zoológico humano, por supuesto que el dominio se expresa a su vez en las cargas de valoraciones que le otorgamos a los seres tipificados.

En cada una de las generaciones la tipificación es vasta, podría decirse que imposible de ser recogida cómodamente dentro de llaves y corchetes, pero todas las clasificaciones apuntan a enjuiciar al no consumista. La peor de las ofensas, la degradación casi total del alma la sufre aquel ser que de una manera u otra es el que menos puede ser considerado como consumidor. El sistema educativo no busca otra cosa, “prepárate para que seas alguien en la vida” , tanto de padres como de maestros(que al fin y al cabo pertenecen a una misma categoría de ser: los que olvidan el alma) tiene como trasfondo el lograr conseguir una posición social privilegiada que pueda tener dentro del hogar todas los avances de la tecnología electrodoméstica sin que importe para nada que esa tecnología también supone la destrucción de la base de su clasificación, es decir, la muerte de todas las especies. El niño o niña que no se adelanta imaginariamente a edades del devenir, inmediatamente es un flojo, un bueno para nada, un inmaduro, todos sinónimos de fracasado. El fracasado es la persona que no quiso ser profesional, que no quiso seguir las pautas, que no se introdujo en el curso de transformaciones que fleta por doquier el pensamiento único; pero todos entramos en la clasificación, bien de manera positiva, bien de manera negativa, bien por inclusión o por exclusión automática. Y también se van creando sus rituales, los grandes maestros son las industrias del entretenimiento mejor conocidas como industrias de idiotización, las industrias del cigarro o centros productores de cáncer con estilo, y las cervecerías. Por cierto que en Venezuela hay que apuntar un gran dominio de las cervecerías para aquellos niños que al pasar a la juventud procuran usar los signos de la adultez, aunado con las carreras de caballo. Lo antes dicho es para un tipo de persona, que así son introducidos de nuevo al cause del consumo perdiendo gran parte de su conciencia histórica. Hay otras personas que evaden esta ritualidad y encuentran otras.

Cualquier realidad es más vasta que nuestros deseos, las planificaciones se basan en un querer torcer las realidades que conviven dentro de un salón de clase y darles una direccionalidad, en el fondo, es la misma pretensión de la modernidad cuando quiere hacer de la historia un compendio de leyes predecibles y de la sociedad una organización planificada en torno a esas leyes.

Lo antes dicho no significa que dejemos el hecho educativo a la deriva de lo que acontezca diariamente, sin saber qué se quiere ni hacia dónde se marcha. Hay una ley económica que nos ayudaría a delimitar nuestras acciones pedagógicas, mientras menos sean las metas, mientras menos sean los objetivos que buscamos, mayor probabilidades hay de conseguirlos.

El enredijo de planes y términos que se utilizan para formar, forman parte sin duda alguna del extravío en el que hemos caído, la educación se ha convertido en un sistema burocrático que mide su calidad en la medida en que más se llenen formatos y se escriban los pormenores de la repetición de otras repeticiones.

No se planifica desde las individualidades, sino desde los grupos, se transforman en datos estadísticos, cuántos lograron A, quiénes sacaron E, cuántos objetivos se planificaron y cuántos se lograron, y enseguida el acumulamiento de mentiras y falsos datos llenando gavetas de directivos, supervisores, zonas educativas y ministerios, y todo vuelve a repetirse. Quedan niños y niñas descuidados, salones enteros sin degustar buenos libros, salones enteros sin saber que la escritura y la lectura son escalones para subir hacia las almas de cada uno de nosotros, vehículos para aprender a pensar y comprender desde los propios esfuerzos.

Es paradójico, pero si el libro no es degustado, si los autores no son exprimidos para dirigir la forja de almas que se han encontrado a sí mismas, que saborean los misterios de la vida, el libro no tienen nada qué hacer en la escuela, se convertiría más bien en un estorbo, en un objeto que emana fastidio y rechazo.

El sistema educativo podría ser un organismo que produce autores y por supuesto lectores, esto elevaría el nivel de autodominio de un país, de un pueblo, porque en cada una de las ramas de la sociedad y la cultura habrían seres pensando, creando, produciendo, enseñando.

Pero esto aún es una utopía, la enseñanza pedagógica está cruzada por las contradicciones. Los docentes enseñamos lo que no somos, no se nos ocurre pensar que nosotros somos el primer libro, y que por lo tanto debemos escribirnos con transparencia, así sean nuestros borrones, así sean nuestras miserias, nuestros sufrimientos, nuestras experiencias. Lo que el niño y la niña necesitan son verdades, que se les hable desde la vida, y no sólo desde páginas frías, desde conocimientos con palabras que nadie se digna en preguntar si las entienden, desde las imposiciones.  Es por ello que se requiere fomentar un clima cálido, de comprensión de los mundos de vida de cada uno de los allí se reúnen, para lograr eso las conversaciones son de primera importancia, conversaciones que llevan a las confesiones.

El sistema educativo sería en parte el gran culpable de la soledad que hoy miramos en muchos seres, nunca fueron preparados para soportar algo tan cotidiano como la soledad, como la muerte, como el desencanto.

Busquemos  al ser humano y démosle un abrazo. Rompamos la mediocridad

 

ARAÑA

21 enero, 2011

yo caí en el medio del camino

y la araña corrió hacia mí

sacaba latidos y angustias

un patio rezado mis cuentos

 *

la araña no tiene cautela

sabe que su tela es fuerte

y enreda y enreda

 *

quito unos hilos y nacen otros

sacaba regazos retazos de risas

pájaros de almohadas mis versos

 *

la araña no tiene compasión

atrapa el cuerpo

y enreda y enreda

CARTA A LA MUERTE

29 octubre, 2010

muerte  

alimenta tu espíritu con estas risas

y déjate llevar de las manos

los perfumes señalan

la enfermedad de amor que te acompaña

el sol también se hace espiga en tu pecho

no envidies el color de nuestro jardín

aunque desde el mismo momento del parto

te separen con el ombligo

que se guarda

siempre pedirás una hostia viva

para aumentar la ternura de la sangre

muerte

gracias por invitarme a tu pasión

y ayudarme a contemplar

nuestros cuerpos

sin justicia ni monedas

gracias por acercar

a mis labios

el alcohol de las horas

y espantar con tu presencia

los terrores de mi vigilia

MAESTRA VIDA (II)

21 agosto, 2010

Es una tautología decir que la vida enseña, que al verla de cerca no hay tutores ni maestros, sólo aprendices, y esto es una verdad que subyace en toda aula de clases: ¿cómo puedo enseñar a escribir o a leer a alguien que a su vez no me esté enseñando a aprender ese acto, que no me permita ir midiendo mis errores, cambiando mis tácticas, buscando la mejor manera para que el aprendizaje se haga efectivo? Es el aprendiz quien convierte en aprendiz al maestro, es decir, son dos aprendices que establecen reglas de juego tácitas en el que uno cree que enseña y el otro cree que sólo está aprendiendo, en realidad cada uno de ellos es un maestro o es un aprendiz que enseña. Este cimiento, esta base, este acercamiento realiza las condiciones para que un aula de clases se parezca a la vida, es decir, para que cada quien se convierta en su propio maestro. Pero el maestro que sólo aumente su memoria con datos, con objetivos, con conocimientos prefabricados, no podrá aspirar a este título, ser maestro, nos los dice la vida, es una constante derivación hacia serlo, un impulso permanente que se dirige principalmente hacia adentro, que no pierde uno solo momento de su rutina para exprimir un aprendizaje para extraer una enseñanza y, esto es importante, que no está confinado a las paredes de un aula, al pago de un salario o a los muros intraescolares. El maestro tiene que ir viéndose para poder ver, tiene que ir destruyéndose para poder erigir, edificar, tiene que establecer parámetros de confianza que les permita a sus estudiantes tratarlo como a un estudiante más para que de esta manera se abran las puertas que la autoridad y el respeto cierran. Yo confieso haber tenido muchos estudiantes que me han faltado el respeto de manera grave, sé que es un error de mi parte permitir una confianza quizás muy exagerada, pero yo he aprendido a templar mi espíritu, cada ofensa, cada insulto, cada menosprecio que tanto estudiantes como cualquier otra persona me propina es un regalo con el cual pulo mi espíritu, de tal manera que soy yo quien sale beneficiado, en algunas ocasiones les comunico esta enseñanza, en otras el perdón viene a ser el inicio de una amistad más profunda, en todo caso siempre habrá un saldo que producirá un bienestar. La sabiduría oriental nos prepara para ello, hay un aforismo que dice más o menos así: en toda guerra siempre hay dos perdedores. Podemos parafrasearlo y afirmar que en toda enseñanza siempre hay dos que ganan, aunque no lo sepan, siempre hay dos que aprenden.

En su libro: “Las enseñanzas de Don Juan”, Carlos Castañeda nos induce, nos sugiere romper con el esquema rígido que nos dice que en un aula hay sólo un maestro. En ese texto el maestro académico, el profesor titulado  a quien se leda una licencia o sea un permiso para enseñar se convierte en aprendiz cuando entiende que la vida es algo más misterioso, es algo más escurridizo, cuando es la incertidumbre la que cruza las certezas, no olvidaré nunca cuando el aprendiz le pregunta al maestro que cómo es el intento, es decir la energía que homologa a todos los seres vivos o no y le dice que si es como una imagen frente a un espejo. El maestro le niega esa metáfora por ser tan elemental y le dice que es más bien como una enseñanza frente a un espejo. La enseñanza es una energía que se acumula para aprender a vivir.  

La enseñanza que la vida nos ofrece para dispersarla en el salón de clase es la naturaleza impredecible del ser humano. La literatura está impregnada de esta verdad. A veces se pretende que las verdades deben venir envueltas en oropeles difíciles de desenvolver, o en grandes tratados en los que la comprensión choque con sus límites como el Tiempo y el ser de Martín Haidegger o La voluntad de poder de F. Nietsche. La verdad sobre nuestra conducta(sabemos que es sobre la conducta que descansa todo el aparataje educadito, en una pretensión de cambiarla) puede venir presentada en grandes aventuras como las expuestas en La isla del Tesoro y El doctor Jekyll y mister Hyde de R.L. Estenveson, o en aventuras de la vida cotidiana en un ser que se coloca casi sobre los acontecimientos como es el caso de Tom Sayer de Mark Twain. Sin embargo, cuando los estudiantes son colocados en actitud de escribirse se transforman en sus propios maestros, cuando los estudiantes son colocados ante el abismo de lo poético entran y encuentran las mismas verdades que la vida nos dicta una y otra vez, a cada momento.

La vida y la literatura que se llena de ella, nos enseña que los caminos existen sin metas, que todas las metas son ilusiones y muchos caminos también, que sólo hay desvíos para llegar a un solo sitio. Una vez más, tocar el fondo de absurdo de la vida nos da el valor para recorrerla sin que nos hagan tanto daño sus sorpresas, quizás esa es la actitud del personaje principal de La Tregua, de Mario Benedetti. Todos los caminos arribaban al mismo desamparo, a la misma tragedia, todas las comedias, todas los empeños por trazar un destino se desmoronan ante la contundencia del otro lado de las ilusiones, quienes no toman en cuenta este otro lado caen más estrepitosamente, pues no se han preparado para vivir.

Pero las verdades por más monótonas y pocas que sean no pueden ser obligadas a ser aprendidas, la literatura debe fluir hacia adentro con la velocidad que surge entre el lector y el libro, entre el ser y la realidad. En muchos casos un poema corto entra como una flecha y puede lograr en pocos segundos lo que una novela tarda meses en lograr y quizás nunca logre, sobre en lectores que se inician, es mucho más cómodo para un maestro capturar las verdades poéticas y mostrarlas y comenzar a bucear junto con ellos por las turbulencias y la calmas de la existencia.

En edades pequeñas situadas entre preescolar y cuarto grado, sin excluir los siguientes grados por supuesto, la literatura indígena ofrece un gran abanico de enseñanzas sobre la vida y desde la vida, lo mismo ocurre y con mucho más efectividad con los cuentos de hadas. Los cuentos de hadas enseñan a vivir. Pero sus enseñanzas no se sitúan en el plano de lo intelectual, de un objetivo visto, alcanzado o examinado, sus enseñanzas se ubican en la topología de la estructura psicológica de los niños ayudándolos a resolver conflictos emocionales de tipo inconsciente, y por tanto preparándolos para vivir.