DOS POEMAS

10 May, 2011

Ramas

el canto del pájaro

sobresale

entre la noche

y mi herida de vivir

la noche

no necesita su canción

y se mueve

¿a cuál rama?

¿a cuál silencio?

Tobogán

el niño cae hacia su destino

brazos de madre lo acogen

besos de ausencia lo influyen

el joven cae hacia su destino

mareas de calles lo dirigen

olas de presencias lo tuercen

el viejo cae hacia su destino

rastros de edades lo esculpen

camas de silencios lo despiden

TOBOGAN

8 marzo, 2011

 

*

el niño cae hacia su destino

brazos de madre lo acogen

besos de ausencia lo influyen

*

el joven cae hacia su destino

mareas de calles lo dirigen

olas de presencias lo tuercen

*

el viejo cae hacia su destino

rastros de edades lo esculpen

camas de silencios lo despiden

 

EL DESTINO DE LA CASA

21 enero, 2011

 *

la casa apaga

el ahora de las lámparas

y la tibieza de los pasos en sus baldosas

 *

nadie llega a disminuir las distancias

abatidas en las puertas

ni a pintar la angustia fundada en los rincones

 *

todavía la acacia luce la altivez

de cuando sirvió de escondite

a nuestras infancias

y vagan mis maromas en la erosión de sus ramas

 *

esta casa se abre para atrapar nuestro silencio

porque ya andamos a tientas por las cosas

sintiéndoles el paso de corazón

 *

cómo esquivamos los signos de despedidas

que cada presente esculpe en el aliento de la casa

y graba en plena distribución de las paredes

un destino de intemperie

 *

mi casa se

dobla hacia el rencor

de los objetos que se quedaron

sin la filiación de sus dueños

 *

algo falta en su longitud

algo desconcha su textura

 *

los mismos habitantes que le faltan a mi cuerpo

las mismas sombras que dentro de mí

insisten en prender los bombillos rotos

y echan las bases de una casa de ausencia

ARAÑA

21 enero, 2011

yo caí en el medio del camino

y la araña corrió hacia mí

sacaba latidos y angustias

un patio rezado mis cuentos

 *

la araña no tiene cautela

sabe que su tela es fuerte

y enreda y enreda

 *

quito unos hilos y nacen otros

sacaba regazos retazos de risas

pájaros de almohadas mis versos

 *

la araña no tiene compasión

atrapa el cuerpo

y enreda y enreda

POEMAS.ENCUENTRO Y LA PUERTA

26 diciembre, 2010

ENCUENTRO

 

nuestro abrazo atrapa

la intemperie acumulada en la piel

de su propio recuerdo

 

y un rumbo interrumpe su aire

 

el mediodía cae en las voces

sucede el calor

y no tiene memoria

 

cruce de árboles que renuevan

sus sombras

 

así pactamos el encuentro

 

y los días se posan en las manos

como una carta de amor

 

 

 

 

 

LA PUERTA

 

la puerta se aleja de mis manos

no toco las presencias que guarda

 

huye de la danza de mi destino

 

fiel a las salidas escarbo mi cuarto

descanso que se busca en lo oscuro

 

y aquí estoy forjando

las cerraduras del camino

hábito de hablar con lo que pierdo

doy giros alrededor de la puerta

 

cede el rumor

de la sala

y veo pasar mis habitantes

 

SÉ(canción infantil)

29 noviembre, 2010

 *

sé,sé,sé                       

la revelación del café

la profundidad de la espina

la turbulencia de la marina

el hambre y la sed

**

sé.sé,sé

dentro del pez el mar se ve

cuando llora la lámpara

cuando se ríe mi alma

la ternura y la fe

***

sé el aire de la pluma

sé la duración de la espuma

cuando la noche duerme al gallo

cuando la ambición vence al hombre

cuando el mundo se esfuma

al contar un dos tres

EL SAPO Y LA PRINCESA

29 octubre, 2010

 

Hace muchísimos años, en un lugar donde las casas parecían ser corroídas por la boca del viento, existió un joven muy ágil y con malas mañas que hubo heredado de la situación de pobreza de su familia. Le gustaba merodear por las inmediaciones de una mansión que quedaba cerca de su barrio. Casi todas las noches, desde lo alto de una mata de apamate veía hacia la intimidad de la casona.

Aclaro que la edificación no estaba deshabitada. Por sus alrededores no había otra casa cerca, sólo una placita plena de cayenas floridas y apamates y acacias retorcidas y brillantes. Pero la distancia entre una casa y otra daba la impresión de que estuviese desierta, además a nadie se le ocurría escuchar música a todo volumen, o salir afuera con sus sillas y conversar hasta altas horas de la noche como solían hacerlo donde él vivía. En cierto modo si estaba deshabitada pues no tenía ni mayordomos con caras largas y escasos pelos en la cabeza ni damas de llaves gorditas y con caras de mala gente.

Una vez se le ocurrió subir hacia las ramas más altas de la mata, logró divisar un cuarto detrás de unos grandes ventanales que en esa ocasión estaban abiertos, adentro, sobre una cama con edredón rosado, dormía apacible una hermosa muchacha, él la vio y pensó: “parece una princesa, sí, tiene que ser una princesa, es demasiado bella para no serlo”. Desde ese día su vida fue sinónimo de martirio y mortificación, pues, él era demasiado  feo  y  no  tenía  ningún  chance  con ella; no se llamaba Cuasimodo ni vivía escondido  en  el  campanario  de una   iglesia; pero  sentía   que  tanta   hermosura  era imposible que fuese obtenida por un ladrón que siempre anda con los rastrojos de los techos en su ropa.

Buscó consejos entre sus amigos, y hubo uno que le dijo que visitara a un viejo que veía la vida de los hombres en varios tomos de un solo libro en los que se contemplaban las soluciones de los grandes problemas de los pobres. El viejo usaba una barba canosa y espesa, era un poco gordo, con un alma muy noble y unos ojos profundos y sonrientes. Es de Alemania, pero habla bien el español. Una vez que lo hubo consultado el viejo le dijo, con mucha seguridad, que lo único sobre la tierra que lo podía sacar de su fealdad era que mejorara su condición económica  o que la muchacha lo aceptara con todos sus defectos.

Decidió entonces buscar a alguien que le ayudara a encontrar trabajo. Cada vez veía más lejos la posibilidad de que la bella dama se fijara en él.

Se decepcionó por completo de sus semejantes. Nadie le tendió una mano, un hombro o un bastón en los que pudiera apoyarse. Sin embargo, lleno de pesadumbres, siguió subiendo el apamate para contemplar, por entre las ramas, a su lejano y bello amor.

Cómo haría para que una princesa como ella se fijara en él sino era ningún príncipe, se preguntaba, angustiado por la certeza de perder irremediablemente a aquella mujer que aún no conocía.

No podía desfallecer, así que, con nuevos bríos prosiguió su búsqueda. Esta vez fue  a  todas  las  instituciones  públicas  y privadas, empresas y almacenes sin encontrar plazas vacantes en ninguna de ellas. Los pocos trabajos que consiguió no eran dignos de una  belleza  como  aquélla  que  le  desvelaba  el  sueño. Quizás   cuando  sepa  que  he cambiado por ella y que ahora soy honesto, ella se acerque a mí admirada por mi valor y mi fuerza de voluntad, pensaba para sí mismo tratando de calmar el torrente de sus pensamientos.

Buscó trabajo en todos los barcos que atracan en los muelles. Les pidió a los capitanes, con toda su alma, que lo contrataran como marinero. Anduvo por mercados, habló con personas que tenían planes de conquista en otros países. Quiso ser minero, descubridor de diamantes, chofer de mujeres adineradas. Se quiso ir un tiempo con un circo de gitanos, intentó escribir poemas y vendérselos a seres sin esperanzas, y nada.  Por varios días anduvo visitando a las cooperativas y a los Bancos del pueblo para solicitar un préstamo y ponerse a trabajar en el campo del comercio, las promesas eran muy lejanas para él, estaba urgido de un trabajo inmediato. En el caso de que ella aceptara casarse con él, con qué la mantendría, seguir robando era lo que menos podía hacer. Un hombre feo y además con fama de ladrón, tenía menos oportunidad que uno horrible pero honrado y trabajador. Estaba realmente desesperado. Todo parecía infructuoso.

Se sentó a descansar en la plaza cercana a la mansión y miraba hacia ella con melancolía. No tenía ánimos ni siquiera para subir y divisar a la princesa en su cuarto. Entonces comenzó a lanzar improperios y maldiciones, lleno de cólera y frustraciones, deseó con toda su alma terminar de convertirse en sapo, ya que era tan feo como ese animal y para colmo siempre andaba entre los charcos de la pobreza. Quería convertirse en sapo para no saber más nada de la gente ni tener que soportar el dolor de amar a una mujer  sin  que  ella  se  haya  enterado. Se  quitó  las  lágrimas de los ojos y permaneció callado un momento. Miró nuevamente hacia la casona, pero las matas de cayena no se lo permitieron, estaban demasiado altas, intentó entonces caminar y lo que hizo fue saltar involuntariamente y cayó de medio lado por entre el monte que bordeaba a las matas.

La princesa, quien acostumbraba a desandar todas las noches a las doce en punto, se fascinó con el animalejo y lo agarró entre sus frías manos para besarlo y así ocurriera el milagro que ya todos sabemos, o sea, que ella volviera a la vida, el sapo, al verla de cerca se asustó tanto que cayó muerto, y fue por eso que nunca llegó a ser un príncipe.

EL PARECIDO

6 octubre, 2010

 

            Ayer  me detuve frente a una vitrina de juguetes atraído por unos muñecos. Cuando muchacho, esa era mi obsesión. Permanecía largas horas mirándolos a través de los cristales.

            Recordé casi automáticamente los muñecos que tuve, los cuales no eran sin embargo mis juguetes preferidos, a mí no me gustaba perder el tiempo moviendo soldados o sumergiendo buzos en los pipotes de agua, era más dado a correr, a perseguir a mis amiguitos siendo yo uno de los policías y ellos los ladrones, también bailé trompo sobre la tierra de las plazas, jugué metras y gurrufíos. A los muñecos me fascinaba verlos detrás de los vidrios mostradores, allí estaban en su verdadero hogar, reunidos, limpios y ordenados. Desde el otro lado yo imaginaba que los estaba alborotando, que junto con ellos me ponía a trepar los techos y a colgarme de las lámparas.

            También recordé cómo los comerciantes adornaban las vidrieras en las épocas de carnaval y de diciembre. Los muñecos se veían inmersos en un mar de papelillos multicolores, serpentinas caracoleando por el aire y unas cuantas máscaras estratégicamente distribuidas. En diciembre ocurría otro tanto, algunos muñecos eran opacados por las imágenes intermitentes de los reyes magos o del niño   Jesús.  Otros lucían sus alegrías eternas haciendo poses ridículas al lado de un muñeco de nieve o de una gigantesca vela fabricada con anime y llama de escarcha azafranada.

            Ayer, cuando me detuve frente a la vitrina, me distraje con la imagen arrugada de mi rostro reflejada en la superficie del cristal, al fondo estaban unos muñecos cuyas miradas y sonrisas me parecieron falsas. Estaban ahí encerrados, ajenos a las molestias del sol y del viento. Maquillados vanamente, con largas pestañas y pupilas estáticas. Otra vez creí estar adentro, igual que ellos: frío, pálido, con una mirada sin destino. Luego me alejé impresionado por el parecido que las vitrinas tienen con las urnas.

                                                                                                       Arnaldo Jiménez

CONVERGENCIAS

24 septiembre, 2010

 

la ausencia entró a las palabras

con su vuelo

de tijeras                                                                  

subió a la luz

y cortó el padre nuestro

que nunca ha sudado su nombre

sobre el piso

el resguardo se fabricó

entre vestidos y expectativas

de ventanas

por dentro se almacenó

lo que faltó por fuera

y las infancias convergieron

en el mismo surco

con el abono del principio

aprendiendo a ver los empalmes del hogar

las caras yéndose con la disolución

de los maquillajes

el sufrimiento comulgado

en las orillas de las tazas

heredar las mañas del padre

sin ver sus sombras por las paredes

y continuar extendiendo la vida en los almanaques

CAJAS

10 septiembre, 2010

las muñecas esperan

sus manos para volver al inicio

yo las recojo sin consuelo

las meto en la caja

y me acomodo en sus muertes

envuelto también en mi

mudez

miro a mi madre

y siento que camina

a ningún sitio

dios la tiene

guardada en la casa

echándole luz a sus imágenes

ella busca sus manos sin querer

y la arcilla y el aliento

aguardan en el temor

de volver a lo dormido

la llegada de mis hijas

le devuelven el calor a las cosas

y todos los muñecos

jugamos a vivir

y nos olvidamos de las cajas